lunes, 14 de noviembre de 2016


                                              DERECHOS HUMANOS (III)

El sistema político mexicano era como un gato de siete vidas. Sobrevivió a los embates de los años sesentas y setentas en los cuales se le cuestionó tanto su viabilidad como gobierno encarnado en el PRI y, sobre todo dejó mucho que desear respecto a la condición de moralidad que dejaba puesta sobre la mesa. El sistema y su partido cooptaron voluntades, modificaron el discurso y en el campo de los derechos humanos ampliaron el margen de posibilidades para los jóvenes quienes precisamente eran quienes defenestraban con gran vigor al sistema y las formas de hacer política en México.

Al sistema se le había puesto el cañón de la pistola en la sien, tuvo la habilidad para que el amenazante bajara el arma y todo continuara como siempre, no podía ser de otra manera, el gatopardismo se constituyó como efectiva manera de hacer política. El régimen de Luis Echeverría y el de José López Portillo fueron la muestra perfecta en el arte de pretender cambiar para quedar exactamente igual.

Todo parecía quedar en la misma situación pero el mundo se movía en una determinada dirección y el país no podía quedar estático; o se movía al parejo o se quedaba rezagado de la política internacional.

En el transcurso de los años ochenta México se influenció de los grandes acontecimientos mundiales. Fue la época del aumento de las tensiones de la guerra fría entre Estados Unidos y Rusia, haciéndose más cercana la posibilidad de una guerra nuclear. Esa posibilidad disminuyó considerablemente con las políticas de Glasnost y Perestroika encabezadas por el mandatario ruso Mijail Gorvachov, que desmantelaron el comunismo soviético y el desmembramiento territorial de la URSS originándose un cambio de dirección en la política rusa y en la manera de enfrentar los problemas mundiales y los locales. El sistema económico de todas las rusias colapsó permitiéndose la entrada al libre comercio y en consecuencia a las libertades que vienen acompañadas con el sistema liberal. No solo Rusia fue impactada, todo el bloque pro-soviético conocido como la Cortina de Hierro también sucumbió en su modelo político y económico y todos los países satélite de la ahora ex URSS dieron la bienvenida al sistema económico liberal y sus aparentes libertades individuales y colectivas.

Ronald Reagan el presidente yanqui, presentó al mundo una serie de medidas económicas que dieron origen a lo que hoy denominamos como neo liberalismo, que no es otra cosa que la pretensión bien lograda de los países líderes del capitalismo para tener mejores opciones de apoderamiento del mercado mundial y, al interior de ellos, establecer a través de organismos multilaterales como el FMI, el Banco Mundial y otros, políticas para el desmantelamiento de los Estados nacionales, obligándolos abandonar la política soberana de ser agente principal de la economía y dejar en contrapartida que sean las empresas nacionales o extranjeras quienes se hagan cargo del devenir económico.

Esa política triunfó y minó al Estado concentrador, en México su éxito fue rotundo a grado tal que a partir de ese momento, mediados de los ochentas, el discurso del Estado cambió y los éxitos del pasado quedaron como meras anécdotas, ahora se escribiría otra historia muy diferente.

Aquí en México, hemos sido a lo largo de todos estos años excelentes alumnos de los organismos económicos multilaterales, adoptando a pie de la letra todas sus abominables recetas para el progreso. Hemos obedecido hasta la saciedad las políticas liberales en detrimento de los intereses sociales, no importando si con ello los derechos sociales adquiridos se vayan al pozo del olvido. El Estado mexicano a partir de la presidencia de Miguel de la Madrid ha venido desmantelando su influencia en la economía, vendiendo todo a los particulares y permitiendo cada vez más la intromisión del capital extranjero en actividades que antes eran exclusivas de los nacionales. El Estado protector cayó en beneficio del Estado liberal o mínimo.  Para los neoliberales el Estado no puede ni debe ser agente económico preponderante, su misión se trastoca en detrimento de los derechos de libertad de las personas. La rectoría del Estado, dicen, no es más que la prolongación de un sismo que a nadie beneficia porque impide que el ser humano desarrolle su inventiva y genialidad para ser agente económico preponderante. El Estado, dicen, tiene una misión básica de la cual no puede distraerse: el otorgar seguridad y orden a los habitantes del Estado; esa tarea, sostienen, es la única que justifica su existencia.

El mundo y no solo México se vio envuelto en este desiderátum. El occidente creyó que el nuevo liberalismo o neo liberalismo era la salida ante la crisis; el Estado socialista había fracaso rotundamente, la caída de los países satélite de la URSS fue la contundente prueba de que el vencedor de la guerra fría era el capitalismo y su modelo político – económico; esa tesis banal fue incluso sostenida por los medios intelectuales aliados al gran capital tal y como lo ha sido desde siempre la escuela económica conocida como los Chicago boys. La salida única es el capitalismo, no solo en lo referente al quehacer económico sino también en todo el cúmulo de derechos que dice representar y que no son otros que la propiedad y la libertad de comercio, pilares de del sistema capital.

El capitalismo como ideología se mostró vencedor en casi todo el mundo, sus enemigos empequeñecían aunque algunos no dieron su brazo a torcer tan pronto como se esperaba. China, por ejemplo, siguió en el discurso del comunismo pero en la práctica económica poco a poco se fue amoldando a las nuevas políticas provenientes de occidente. El capitalismo se modernizó al terminar de plano con el modelo económico cerrado –sustitución de importaciones- obligando al mundo a pactar entre sí para mejorar el tránsito de mercancías y productos. México junto con Estados Unidos y Canadá signaron el Tratado de Libre Comercio –TLC o NAFTA-, y a partir de ese tratado el modelo se popularizó en todo el orbe. Hoy en lo económico el mundo puede dividirse por regiones económicas específicas con el propósito de hacer más ágiles los mercados y aumentar las ganancias de las empresas y los emprendedores que se benefician de las nuevas políticas, las que, de origen, no emanaron del seno de los Estados nacionales en función de su soberanía sino de los retorcidos intereses de los centros empresariales mundiales a quienes les urgía que el modelo capitalista se vistiera con nuevos ropajes, no importando si con ello millones de personas quedaran en el desempleo y sin la protección legal que en justicia merecen.

Este nuevo modelo revitalizó la economía mundial en tal sentido, pero ha sido un lastre en lo que respecta a los derechos humanos de las personas.

(Continuará)







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