martes, 22 de noviembre de 2016



DERECHOS HUMANOS (IV)


Decíamos que la década de los ochenta se distinguió por ser el punto culminante entre los dos grandes sistemas en pugna desde el fin de la segunda guerra mundial: el comunismo y el capitalismo, saliendo triunfante este último ante la estrepitosa caída –económica y política- de los países fieles al sistema implantado por la entonces Unión Soviética.

El capitalismo renacido y ahora denominado neoliberalismo trajo consigo un modelo nuevo de pensamiento en el cual el papel del Estado y del ciudadano tendría nuevas formas de encarar la modernidad. El Estado monopolizador tendría que dejar de serlo en aras a las nuevas tendencias del comercio mundial, tendría que democratizarse para romper las cadenas de dominio político y permitir que el ciudadano participe más en los ´procesos de desarrollo económico. El quid de la cuestión era convertir, donde todavía no se había hecho, en realidad el viejo postulado liberal de que la libertad consiste en que el ciudadano tenga las mejores opciones para ser agente económico preponderante y, el Estado el vigilante del cumplimiento de esa libertad. La libertad económica pues, es el derecho humano más sagrado y protegido por el nuevo sistema económico.

En los años noventa los procesos de desincorporación de las potencialidades económicas estatales hacia los particulares se incrementaron, convirtiéndose en el nuevo quehacer de las supuestas nuevas democracias. México fue y es un país ejemplar en ese sentido, todas las políticas y las reformas legales para modificar el estatus protector a modernizador se instrumentaron resultando que la empresa pública desapareció con el transcurso de los años. El objetivo que se trazó la nueva política fue su total desaparición.

Logrado el fin o propósito económico los centros de poder económico mundial exigieron a los países que recién entraban al capitalismo dominante, ahora, y con el mismo vigor se les conminó, por así decirlo, a la apertura democrática. En algunos casos fue a través de exigencias sociales masivas donde los ciudadanos exigieron la entrada de lo que ellos suponían era la democracia (occidental), el rejuego de partidos políticos, el voto popular, la libertad económica y otros derechos fundamentales de los cuales habían carecido durante décadas o simplemente nunca los habían dispuesto. Tales fueron los casos de Polonia, Bulgaria y en general de las naciones que habían pertenecido a la ya desintegrada Cortina de Hierro ad hoc con el sistema político – burocrático comunista. En otras naciones como México, la apertura democrática y el reconocimie3nto de nuevos derechos fundamentales se dio bajo presupuestos diferentes, no violentos en los que permeó el convencimiento de que el cambio era necesario, aunque el sistema dominante no lo deseaba del todo. Fue el mundo y el grupo vencedor el que poco a poco empujó a esta nación a cambios estructurales que no fueron queridos pero sí necesarios para seguir subsistiendo.

Se dice que la apertura democrática mexicana empezó a manifestarse a posteriori de los levantamientos amados de Genaro Vázquez  y después de Lucio Cabañas, así como del surgimiento de otros grupos guerrilleros en el país y organizaciones aliadas de extrema izquierda. Esta postura es cierta pero no es la que define a las reformas posteriores. Si bien México en una guerrilla reclamante de justicia social, por otro lado la sociedad civil no la apoyó lo suficiente como para convertirla en el objetivo fundamental del cambio de poder que se necesitaba. La transformación del individuo súbdito al individuo ciudadano aún estaba muy lejos de madurarse. El régimen autoritario seguía vivo y coleando pese a todo. Podemos decir que en el campo de lo político la derrota militar de la guerrilla mexicana se tradujo en el reconocimiento de ciertos derechos políticos: el reconocimiento de  nuevas agrupaciones políticas que en el pretérito estaban y funcionaban en el anonimato y, en el cierto –donde convenía, claro- reconocimiento de victorias electorales de esa oposición al partido del sistema.  Muchos de los guerrilleros de la sierra de Guerrero bajaron a las ciudades, fundaron o robustecieron a partidos políticos y se acomodaron bajo los beneficios presupuestales que el sistema les proporcionó de manera más que efectiva.

La guerrilla es un antecedente importante así como unos años atrás lo fue el movimiento del 68, pero ni uno ni otro tuvieron la fuerza suficiente para acabar con el dinosaurio. Y como dice Monterroso: y cuando desperté el dinosaurio seguía ahí.

Fue el aparente triunfo del capitalismo mundial el que movió las élites de las naciones e hizo de su ideología la propia de todo el planeta. En lo que corresponde a los derechos humanos de las personas el nuevo Estado neo liberal trajo consigo la nueva manera de interpretarlos y sobre todo de valorarlos y jerarquizarlos, aun cuando en el planeta existe propuestas diferentes.

El imperialismo económico fue el factor para que en México se introdujeran reformas en materia de derechos humanos. Siempre hemos necesitado de la “ayuda” de los organismos económicos para solventar nuestro déficit presupuestal; bueno pues eso fue el pretexto para “pedirle” al entonces presidente Carlos Salinas que hiciera lo necesario para establecer reformas asequibles a la democracia mexicana. Los organismos internacionales veían a México como una nación con un sistema disparejo. Si bien obediente en la implementación de reformas de afectación a la economía, desordenado resultaba en lo político. Había la necesidad de proponer reformas y así se hizo.
( Continuará)



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