martes, 1 de noviembre de 2016

DERECHOS HUMANOS (II)

En el blog anterior se trató de explicar al sistema político mexicano como el causante de la crisis social permanente que vive nuestro país, aunque hay que reconocer que no todo es desaciertos constantes y monumentales. En la historia nacional podemos contar con hechos de éxito que han podido salvar por así decirlo al sistema en cuestión. Lo bien logrado no es producto de una planeación bien ejecutada y programada, tampoco como resultado necesario del cumplimiento de las atribuciones legales que se consignan a los miembros de la administración pública; lo logrado es producto del propio sistema, el voluntarismo autoritario encarnado en el presidente de la república y en el caso de los estados federados en sus respectivos gobernadores, son la piedra filosofal de logros que si bien lo son no llegan a ser lo que deben ser, siempre han quedado a deber.

Este país ha sido gobernado bajo la línea de un voluntarismo que quizá en alguna época ya pasada podía justificarse a la luz de los hechos, pero que hoy en pleno siglo XXI es insostenible e injustificable. Pero sigue existiendo como regla política de gobierno al no encontrar la sociedad un método o causa para convertirse en una sociedad políticamente moderna que haga pleno uso de su potestad soberana y que sea el factor de las acciones de gobierno, siempre apegada al cumplimiento de la ley como principio fundamental de toda acción.

La creación de un partido autoritario en el cual supuestamente se concentró a lo más representativo de la sociedad y, con liderazgos caciquiles defensores de muchos intereses políticos, económicos y jurídicos, fue y es prácticamente imposible que también hoy, la sociedad  pueda verse auténticamente representada en cualquier foro. En antaño quien no pertenecía al partido –al PRI, por supuesto- no podía ser merecedor de las migajas del poder y era considerado como natural enemigo de la ya defenestrada revolución mexicana.
En los tiempos de la modernidad política  -los años setentas del siglo pasado, obvio- el poderoso partido en el poder, vía la necesidad de los hechos y el creciente descontento social, tuvo que ceder espacios de poder. Cabe decir que el partido en el poder o sistema político o gobierno era exactamente lo mismo. Poco a poco vinieron las reformas políticas que permitieron aperturas para los disidentes en diversos espacios de gobierno, especial y fundamentalmente en las cámaras legislativas y en algunos ayuntamientos donde la aplanadora electoral del partido  no permitía que la oposición ganara el más mínimo espacio. Las reformas electorales ampliaron el espectro de los derechos políticos tanto de los ciudadanos que ya podían elegir a verdaderos opositores al sistema y no a sus testaferros de siempre, y a las propias organizaciones políticas creadas –por ejemplo el Partido Comunista Mexicano- que ya podían emerger del anonimato y participar en procesos electorales, en algunos casos ganando elecciones  tal y como sucedió en municipios de la zona de la montaña de Guerrero.

El sistema político autoritario tuvo que ceder a mucho después de varios acontecimientos nacionales y locales (Guerrero) que motivaron la apertura para los derechos políticos de los mexicanos; puede citarse a lo sucedido en 1968 y 1971 así como a las guerrillas en suelo guerrerense tanto de Genaro Vázquez Rojas como de Lucio Cabañas Barrientos, quienes ganaron el apoyo de buena parte de la sociedad especialmente de los universitarios y algunos sindicatos nacionales. Había que terminar con las masacres de estudiantes y con la guerrilla. Terminaron con ellos, pero contrapartida tenía que venir la legitimación perdida de un régimen autoritario que no le quedó de otra más que ampliar el campo de los derechos humanos en su vertiente política, de ahí las reformas a la constitución en la materia donde a través del voto supuestamente representativo se permitía la representación proporcional lo cual se constituyó como un método para destapar la olla de presión que ya no daba para más y estaba a punto de estallar. También se permitió el voto a los jóvenes de 18 años, antes el mínimo de edad para votar era de 21 años, y se mejoraron sustancialmente los presupuestos a universidades públicas –el caso de Guerrero, Puebla y Sinaloa se midieron aparte-, creándose instituciones de apoyo a la investigación científica y artística.

Dicen y dicen bien que al nopal sólo se le arrima cuando tiene tunas. Los disidentes, enemigos del gobierno por cualquier causa justificada o no y una que otra fauna oprobiosa, se aprovechó ya sea de buena o de mala fe de las reformas a los derechos políticos para, algunos, tratar de modificar al sistema político por la vía pacífica y otros, los muchos, los oportunistas, se subieron al camión del poder. Y a darle que es mole de olla. El proceso de cooptación del contrario a los intereses del sistema funcionó casi a la perfección, sólo falló en aquellos casos en que el adversario mostró plena conciencia de su papel y de su amor por la justicia. El sistema político supo contener la oleada que se venía encima, pero con el tiempo vendría otra mayor de la cual resultó imposible su estadía en poder.

(Continuará)



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