DERECHOS HUMANOS (X)
(ENTRE LA BASURA Y EL SÍNDROME DE AMOK)|
Resulta verdaderamente increíble
lo que sucede en la capital del Estado de Guerrero, la no menos famosa ciudad
de Chilpancingo. Sí, es famosa por ahí se dictaron los Sentimientos de la
Nación por el celebérrimo José María Morelos y Pavón, también porque fue la
primera ciudad en la cual se declara la independencia de España y se establecen
los parámetros ideológicos y jurídicos de lo con posterioridad sería el México
independiente. En los ditirámbicos
discursos de la cada vez más desgastada clase política local se hace alusión a
esa importancia de la capital del Estado. Pero, su importancia histórica no
tiene nada que ver con su relevancia política y como ciudad que a través de los años ha sido receptora de la
migración interna.
Todas las ciudades mexicanas que
tienen una relevancia histórica son respetadas por sus gobiernos locales.
Querétaro, por ejemplo, es motivo de orgullo para los locales, en esa ciudad se
expidió tanto la constitución federal de 1857 como la actual de 1917, amén de
otros eventos históricos relevantes durante la lucha independentista como en la
revolución. Su categoría de ciudad histórica le ha valido el reconocimiento de
todos los mexicanos, en especial de sus habitantes. Si visitan esa ciudad se
sorprenderán de su limpieza, de su orden, de su progreso económico. Y así se
puede poner de ejemplo a otras ciudades. Morelia es otro caso, su centro
histórico es bellísimo, el orden y la limpieza es notable. Los michoacanos por tradición
histórica respetan sus ciudades y la veneran como la cuna de Morelos y lugar
donde la histórica de México vio desarrollar eventos magníficos ¿Otra ciudad
respetable por sus gobernantes y políticos? Que me dicen de Puebla de los
Ángeles; los poblanos aman su ciudad y la respetan. Y así se puede ir citando
ejemplos de ciudades y poblados que son venerados por tirios y troyanos y pese
a las diferencias políticas y sociales no hacen excusa de ellas para
abandonarlas.
El cuidado de los lugares donde
uno vive no solo es una obligación ciudadana o de gobierno, sino también un
deber moral. En lo individual se nos dice que debemos bañarnos y presentarnos
limpios a donde vayamos, el aseo personal es un reflejo de la personalidad
individual. Bueno, pues así como cuidamos
o debemos cuidarnos en lo individual existe responsabilidad para que, como
gobierno o como ciudadanos cuidemos la ciudad o lugar donde vivimos. Esa
responsabilidad deviene de la ley, pero también de la moral ya que significa el
reconocimiento y cumplimiento de valores específicos ligados con el decoro, la
consideración de uno mismo y la que otros pueden tener sobre nosotros, el
ejemplo para mejorar y la salubridad como entorno de nuestra presentación. En
la ciudad o pueblo donde habitemos el orgullo de pertenencia es básico para la
solidaridad social.
Pero que sucede cuando nuestra
ciudad, Chilpancingo, es y ha sido la mejor representación de la suciedad, el
desorden urbano, la dejadez, el ahí se va, la ausencia de autoridades
preocupadas por la limpieza y la sana otorgación de los servicios públicos.
Pues sucede lo que hoy tenemos una ciudad en crisis total administrada por
gobiernos fallidos, débiles y despreocupados por la urgencia de vivir en
entornos dignos. Si usted vive en esta ciudad por favor dígame que servicio
público funciona adecuadamente ¿alumbrado público, rastro, panteones, tránsito,
desarrollo urbano, parques y jardines, recolección y tratamiento de basura,
agua potable (si, potable, no nada más agua, sino potable)? Verdad que ninguno
de ellos se presta por parte de la autoridad con eficiencia ¿y qué pasa cuando
no se es eficiente? Pues simple y sencillamente estamos en presencia de un
Estado fallido, débil e inoperante.
La crisis actual de la basura no
es más que un signo evidente de la inoperancia gubernamental y la dejadez
ciudadana. El gobierno municipal ha sabido desde el pretérito que este problema
estallaría a corto plazo e hizo muy
poco, casi nada; y la ciudadanía (me incluyo) hemos creído como verdaderos
idiotas que la crisis no llegaría, que más temprano que tarde los que gobiernan
harán su trabajo y todo se resolvería. No asumimos el papel reclamante,
exigente, que una sociedad democrática haría ante un problema que le puede
causar trastornos de salud, nos hemos quedado impávidos o a lo sumo se ha
reclamado en redes sociales o en articulitos como este.
Chilpancingo es la ciudad capital
más fea de la república, todos lo sabemos desde hace décadas. Bueno si nada más
fuéramos la más fea, pues ni modo, pero no, la fealdad no es una condición que
la naturaleza nos dio por nuestra ubicación geográfica o cualquier otra causa.
La fealdad es producto de lo que hemos dejado de hacer. Tal parece que el vivir
acá no nos produce ningún sentimiento de orgullo, que ignoramos nuestra
historia y nos conformamos con las migajas de progreso que nos han aventado
como si fuésemos perros hambrientos. Nos haría bien que por un rato nos
trastocara el síndrome de Amok, que consiste en una súbita y espontánea
explosión de rabia salvaje que hace a las personas atacar a otras. Solo la
rabia finita nos puede ayudar porque está probado que aquí el diálogo y la
buena voluntad solo son conceptos etéreos y de utilización en discursos propios
de la política de campanario.
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