miércoles, 1 de febrero de 2017

DERECHOS HUMANOS (X)

 (ENTRE LA BASURA Y EL SÍNDROME DE AMOK)|


Resulta verdaderamente increíble lo que sucede en la capital del Estado de Guerrero, la no menos famosa ciudad de Chilpancingo. Sí, es famosa por ahí se dictaron los Sentimientos de la Nación por el celebérrimo José María Morelos y Pavón, también porque fue la primera ciudad en la cual se declara la independencia de España y se establecen los parámetros ideológicos y jurídicos de lo con posterioridad sería el México independiente.  En los ditirámbicos discursos de la cada vez más desgastada clase política local se hace alusión a esa importancia de la capital del Estado. Pero, su importancia histórica no tiene nada que ver con su relevancia política y como ciudad que  a través de los años ha sido receptora de la migración interna.

Todas las ciudades mexicanas que tienen una relevancia histórica son respetadas por sus gobiernos locales. Querétaro, por ejemplo, es motivo de orgullo para los locales, en esa ciudad se expidió tanto la constitución federal de 1857 como la actual de 1917, amén de otros eventos históricos relevantes durante la lucha independentista como en la revolución. Su categoría de ciudad histórica le ha valido el reconocimiento de todos los mexicanos, en especial de sus habitantes. Si visitan esa ciudad se sorprenderán de su limpieza, de su orden, de su progreso económico. Y así se puede poner de ejemplo a otras ciudades. Morelia es otro caso, su centro histórico es bellísimo, el orden y la limpieza es notable. Los michoacanos por tradición histórica respetan sus ciudades y la veneran como la cuna de Morelos y lugar donde la histórica de México vio desarrollar eventos magníficos ¿Otra ciudad respetable por sus gobernantes y políticos? Que me dicen de Puebla de los Ángeles; los poblanos aman su ciudad y la respetan. Y así se puede ir citando ejemplos de ciudades y poblados que son venerados por tirios y troyanos y pese a las diferencias políticas y sociales no hacen excusa de ellas para abandonarlas.

El cuidado de los lugares donde uno vive no solo es una obligación ciudadana o de gobierno, sino también un deber moral. En lo individual se nos dice que debemos bañarnos y presentarnos limpios a donde vayamos, el aseo personal es un reflejo de la personalidad individual. Bueno, pues  así como cuidamos o debemos cuidarnos en lo individual existe responsabilidad para que, como gobierno o como ciudadanos cuidemos la ciudad o lugar donde vivimos. Esa responsabilidad deviene de la ley, pero también de la moral ya que significa el reconocimiento y cumplimiento de valores específicos ligados con el decoro, la consideración de uno mismo y la que otros pueden tener sobre nosotros, el ejemplo para mejorar y la salubridad como entorno de nuestra presentación. En la ciudad o pueblo donde habitemos el orgullo de pertenencia es básico para la solidaridad social.

Pero que sucede cuando nuestra ciudad, Chilpancingo, es y ha sido la mejor representación de la suciedad, el desorden urbano, la dejadez, el ahí se va, la ausencia de autoridades preocupadas por la limpieza y la sana otorgación de los servicios públicos. Pues sucede lo que hoy tenemos una ciudad en crisis total administrada por gobiernos fallidos, débiles y despreocupados por la urgencia de vivir en entornos dignos. Si usted vive en esta ciudad por favor dígame que servicio público funciona adecuadamente ¿alumbrado público, rastro, panteones, tránsito, desarrollo urbano, parques y jardines, recolección y tratamiento de basura, agua potable (si, potable, no nada más agua, sino potable)? Verdad que ninguno de ellos se presta por parte de la autoridad con eficiencia ¿y qué pasa cuando no se es eficiente? Pues simple y sencillamente estamos en presencia de un Estado fallido, débil e inoperante.

La crisis actual de la basura no es más que un signo evidente de la inoperancia gubernamental y la dejadez ciudadana. El gobierno municipal ha sabido desde el pretérito que este problema estallaría a corto plazo  e hizo muy poco, casi nada; y la ciudadanía (me incluyo) hemos creído como verdaderos idiotas que la crisis no llegaría, que más temprano que tarde los que gobiernan harán su trabajo y todo se resolvería. No asumimos el papel reclamante, exigente, que una sociedad democrática haría ante un problema que le puede causar trastornos de salud, nos hemos quedado impávidos o a lo sumo se ha reclamado en redes sociales o en articulitos como este.

Chilpancingo es la ciudad capital más fea de la república, todos lo sabemos desde hace décadas. Bueno si nada más fuéramos la más fea, pues ni modo, pero no, la fealdad no es una condición que la naturaleza nos dio por nuestra ubicación geográfica o cualquier otra causa. La fealdad es producto de lo que hemos dejado de hacer. Tal parece que el vivir acá no nos produce ningún sentimiento de orgullo, que ignoramos nuestra historia y nos conformamos con las migajas de progreso que nos han aventado como si fuésemos perros hambrientos. Nos haría bien que por un rato nos trastocara el síndrome de Amok, que consiste en una súbita y espontánea explosión de rabia salvaje que hace a las personas atacar a otras. Solo la rabia finita nos puede ayudar porque está probado que aquí el diálogo y la buena voluntad solo son conceptos etéreos y de utilización en discursos propios de la política de campanario.


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