lunes, 24 de octubre de 2016

LOS DERECHOS HUMANOS (I)

Hoy la validez de los derechos humanos está en entredicho. Por una parte nuestra constitución política mexicana ha sido prolífica en este tema, el avance en el reconocimiento de derechos es, podría así asegurarlo, impresionante. Nuestro catálogo es amplio y abarca casi todos los derechos que el género humano merece en el mundo moderno. La cuestión estriba en que esa construcción jurídica poco valor tiene en la realidad de la vida material, incluso parece presentarse un  retroceso en el cumplimiento de los derechos.

México vive momentos críticos. Hay problemas serios en la construcción del Estado de Derecho, el Estado es decir el primer obligado en hacer la tarea del cumplimiento de los derechos humanos o fundamentales está fallando en el cometido. El discurso del poder es uno y los hechos nos dicen cosas muy diferentes, la discrepancia entre ambos hace nugatoria a la norma jurídica ante el desconcierto y desencanto de la sociedad que pide ya a gritos y a su manera la finalización de un régimen político que cada vez se agota más y se da probadas muestras de la necesidad de su fin; su perseverancia podrá ser motivo de la institucionalización de la violencia como método para dirimir las controversias que emanan entre el Estado y sus ciudadanos, pudiendo así darse un giro de un proyecto inacabado de Estado democrático a un Estado autoritario del cual tenemos registros en nuestra historia nacional.

El sistema político mexicano ha demostrado a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI, su capacidad de mutación y de su perfeccionamiento en el arte del engaño. El sistema ha transitado ideológicamente por varios caminos desde la adoración verbal de los principios liberales de la revolución mexicana, el nacionalismo, el liberalismo económico y lo que pueda venir de hoy en adelante. El sistema ha podido encausarse al modelo de país del gobernante en turno y de las exigencias del mercado mundial, por ejemplo, el tránsito de la economía cerrada al de economía abierta se hizo sin mayores aspavientos. En lo político el concepto de soberanía nacional ha sufrido una metamorfosis impresionante, este concepto permite ya la injerencia externa en variados temas de la agenda nacional. En lo legislativo el país continúa con un proceso de reformas que parecen nunca acabar y, en la mayoría de ellas, se deja ver la intención de inventar un nuevo país sin lograrlo en lo absoluto.

El sistema político mexicano ha trabajado y trabaja para el mantenimiento del poder según las conveniencias y para la satisfacción de determinados grupos económicos y políticos, en una palabra de los factores reales de poder.

El revolucionario de ayer hoy se transforma en el neoliberal acorbatado y perfumado, aventando el sombrero de palma y la carrillera al cajón de las desgracias, su mutación en aras a la necesidad de adaptación a los cambios de la modernidad es vertiginosa y produce los resultados que el neoliberalismo espera de sus más aventajados alumnos.

En el México de principios –las primeras décadas- del siglo pasado, se tenía la necesidad de consolidar una revolución inconclusa de la cual se esperaba mucho pero parecía que poco aportaría al engrandecimiento de la patria, pero dos fueron sus tareas principales: el campo y las fábricas. Es por ello el gran desarrollo e impulso de los derechos del campesinado y de los trabajadores fabriles, de la industria. En esos años se expidieron dos códigos que marcaron el paso a la idea de nación que se tenía, el código agrario y la ley federal del trabajo. El sistema político sabía a la perfección que campesinos y trabajadores fabriles podían ser, y lo fueron, grandes aliados en la tarea de consolidar el país con el objetivo de conservar el poder. La repartición de tierras y el reconocimiento del derecho de huelga fueron las instituciones que consolidaron por décadas la asociación entre Estado y trabajadores del campo y las ciudades. El partido del sistema, el PRI, tenía tres sectores que componían su núcleo de acción: el obrero, el campesino y el popular. La amalgama perfecta para la dominación de una nación que anhelaba acercarse a las grandes potencias mundiales, sin considerar que para hacerlo era requisito indispensable la práctica de la democracia.

Si bien a campesinos y obreros se les atrajo con la creación de una legislación asequible para sus derechos y dignidad, a los ciudadanos se les mantuvo a raya y ordenados con la expedición oportuna de leyes burocráticas que reconocían sus derechos laborales y los diferenciaban de los trabajadores del campo y fabriles. El gran hándicap de las primeras décadas del siglo XX fue lo que muchos economistas denominaron como “el milagro mexicano”, el país crecía a una taza del 6% o 7 % en promedio anual, algo impresionante que no se ha podido realizar hasta hoy. De igual manera no puede olvidarse que en los primeros cincuenta años del siglo pasado se crearon instituciones que hoy están en crisis pero que en su momento fueron modelo de cumplimiento de derechos fundamentales, como es el caso del IMSS y de otros que atendieron con eficacia las necesidades de los trabajadores.

(Continuará)


domingo, 16 de octubre de 2016

COMO UNA PIEDRA RODANTE

Robert Allen Zimmerman es un nombre que nada nos dice, en cambio Bob Dylan mucho nos ha dicho y mucho tendrá que decir. Es evidente que su nombre real nada tiene de artístico en cambio Dylan es impactante, muy conveniente para alguien que deseaba destacar en el difícil arte de la música popular.

El hombre nacido en Duluth, Minnesota, Estados Unidos el 24 de marzo de 1941, es nieto de inmigrantes sus abuelos paternos emigraron de Ucrania a los Estados Unidos en 1905, sus abuelos maternos eran judíos lituanos que llegaron a los Estados Unidos en 1902. Así es que Dylan cuenta en sus orígenes con descendencia inmigrante hecho que hoy en día en ese país del norte no es del agrado de algunas gentes poderosas, siendo que los inmigrantes han contribuido enormemente al engrandecimiento de lo allá llaman América, como si ese país fuese la conciencia total de todo un continente.

El cambio de Zimmerman a Bob Dylan fue por 1961, gracias a la influencia de la poesía de Dylan Thomas. En 1962 ya firmaba contratos con el nombre artístico con el cual hoy le conocemos.

A lo largo de su prolífica vida Bob Dylan ha sido un artista que en cada etapa de su vida ha tenido los reconocimientos que merece por su espléndido trabajo. En 1962 grabó su primer disco Bob Dylan, y si no me equivoco a la fecha lleva grabados 43 discos, siendo el último Fallen Angels.

En más de 50 años de vida artística ha sido objeto de muchos reconocimientos, se le ha llegado a denominar como una de las personas más influyentes del siglo XX y lo que va del siglo XXI. En el año 2004 la revista Rolling Stone lo elevó a la categoría de ser el segundo artista más importante de todos los tiempos –solo atrás de los Beatles-. En 1990 le fue otorgada la Orden de las Artes y Letras; en el año 2000 el Premio Música Polar; en 2007 el Premio Príncipe de Asturias; el 2008 el Premio Pulitzer –en la categoría de citaciones y premios especiales- y recientemente ha sido considerado por la Academia sueca merecedor del Premio Nobel de Literatura 2016. No tengo el dato correcto pero creo que Dylan es de las pocas personas que ha ganado los premios Príncipe de Asturias, Pulitzer y el Nobel de literatura, de ser así lo hace excepcional y deja sin materia de ataque a los sempiternos enemigos que siempre salen en el camino para denostar lo valioso que se hace en la vida.

Su vasta concepción musical corre desde el rock, el folk, country, blues y gospell, entre otros. En todos estos géneros destaca con inusitado éxito. El nombre de Bob Dylan está inscrito en el Salón de la Fama de los Compositores, ha ganado no sé cuántos Globos de Oro y Grammy´s  y Premios de la Academia, sin duda alguna que su cuarto o estancia de reconocimientos debe estar atiborrado de merecidos reconocimientos.

Estoy seguro que la mayoría de nosotros –ustedes los lectores y el que escribe- hemos escuchado algunas rolas del gran Dylan. En lo personal son de mi agrado: Blowin in the Wind, Like a Rolling Stone, Knockin on the Heavens Doo, The Time are Changin, Mr. Tombourine y otras igual de importantes . En todas ellas por supuesto que existe un toque poético y una propuesta rebelde en la cual todos podemos coincidir perfectamente. La música de Dylan es congruente con el devenir de los tiempos, la protesta dicha con elegancia artística no está reñida con la propuesta musical que Dylan encara desde hace más de medio siglo.

El premio Nobel que la Academia sueca le otorga y que para algunos, afortunadamente la gran mayoría, es un reconocimiento no solo a la parte poética y a las formas de expresión de la poesía en un entorno complicado como el que Dylan describe con gran dosis de realidad,  también lo es a todas las personas que en más de medio siglo siguen a Dylan y continúan creyendo que sin un toque de rebeldía el mundo de lo  posible es imposible de conseguir.

Por eso Bob Dylan seguirá rodando como una piedra.

“Ustedes, que fabrican las grandes armas
Ustedes, que construyen los aviones de la muerte
Ustedes, que construyen todas las bombas
Ustedes, que se esconden tras los muros
Ustedes, que se esconden tras los escritorios
Solo quiero que sepan
Que puedo verlos a través de sus máscaras.”

(Los Maestros de la Guerra -1963-)





viernes, 7 de octubre de 2016


                                                  ¿CUANDO NOS PERDIMOS?


No hace muchos años aquí en Chilpancingo, que ahora está catalogada entre las cinco ciudades más peligrosas y violentas del país, se podía vivir en paz. Era una paz de cuento. Por ser una ciudad pequeña todos se conocían y era motivo de sorpresa la llegada de un forastero a quien se le acogía con beneplácito y se le integraba a la forma de vida acostumbrada.

Vale decir que Chilpancingo era una ciudad de costumbres conservadoras. Los domingos de misa y de paseo por el centro o por la alameda "Granados Maldonado", lugares donde los vendedores hacían su pequeño agosto y ya sabían a quien venderle sus productos. La banda de música del gobierno del Estado engalanaba los paseos y la gente adulta se sentaba al rededor del quiosco para escuchar las clásicas melodías. Los jóvenes asistían a las matinés en el cine Guerrero o se dedicaban a las actividades deportivas. Los niños nos dábamos por bien servidos comprando nieve o paletas y comprando cuentos. Todos probamos las aguas frescas de Doña N y las nieves de Chinono.

Yo vivía a las afueras de la ciudad, hoy podría bien decirse que la casa paterna ya queda casi en el centro. Todos los días me iba a la escuela caminando y observaba que las puertas y ventanas de las casas estaban abiertas, las señoras hacían el aseo y saludaban cordialmente a los escueleros; era costumbre regar el frente de la casa todos los días. La llegada a la escuela primaria era todo un rito, nos amontonabamos  en la entrada y el conserje -que siempre daba miedo- decía imperativamente quien pasaba primero y quien después, la puerta de la escuela Anahuac la veía enorme, imponente, impenetrable, por ella entraba y salía a diario. 

Esa escuela la veía como algo majestuoso. Los maestros los percibía como apóstoles de su profesión, como sabios inalcanzables. Me tocó recibir clases con el hijo de Aarón M. Flores, del mismo nombre y del mismo carácter, también fui alumno de Tarcila L. de Plata. Me sentía orgulloso de mi pertenencia a esa comunidad y la defendía cuando por azares del destino nos enfrentabamos a la escuela rival la Vicente Guerrero, toda una institución de prosapia.

En ese entonces Chilpancingo no tendría más de treinta mil habitantes. Creo había cuatro escuelas primarias y dos secundarias, para estudios medio superior la preparatoria de la Universidad Autónoma de Guerrero y para la educación superior la Universidad solo contaba con unas cuantas carreras: Derecho, Ingeniería, Ciencias Químicas, Filosofía y Economía, todas concentradas en lo que se ha llamado "Edificio Docente" donde hoy solo da cabida a la preparatoria no. 1.

Cuando salí de la secundaria - estudié en la Antonio I. Delgado- corría el año de 1970. Todo era calma, hecha excepción del movimiento estudiantil que dio origen la a la autonomía universitaria en 1960, hecho que marcó a la sociedad local y la dividió en dos bandos: los gobiernistas y los aliados a los estudiantes. El odio y el rencor llegó a su clímax pero después retornó la calma. No una calma chicha pero si una de la cual el pueblo se jactaba como una virtud de estas tierras. La vida calmada rara vez era sacudida con un hecho violento. Recuerdo que el asesinato de una persona en un bar -Meléndez- a manos de un abogado era como el evento de sangre que nos representaba. Pasaron muchos años después de eso para que el pueblo reaccionara ante la violencia que se nos venía encima.

Los eventos sinuosos del Estado, sobre todo en Chilpancingo eran los provocados por la Universidad. El proyecto de una Universidad de izquierda con el epíteto de Universidad- Pueblo, provocó el enojo del gobierno y la falta continuada de subsidio. Eran los años del autoritarismo priista y de la guerrilla 
de Lucio Cabañas. Una guerrilla -desde Genaro Vázquez en los sesentas- que sentaba sus reales en la sierra de Guerrero y que a partir de la muerte de Lucio a manos del ejército marcó el inicio de una escala de violencia que ha ido creciendo, no necesariamente por cuestiones revolucionarias sino porque a partir de esas fechas -finales de los setentas, principios de los ochentas- las rutas del narcotráfico sentaron sus reales en esta ciudad capital.

Así sin darnos cuenta, lentamente, como ladrón en noche, el cambio de vida y el aumento de la tragedia se fue haciendo cotidiano. La ciudad creció desmesuradamente, su índice de crecimiento era del 7% anual, y así en pocos años Chilpancingo fue invadido por miles de gentes en busca de oportunidades que carecían en sus lugares de origen. La vida se complicó porque el gobierno no estuvo a la altura del reto y de ser una ciudad calmada poco a poco fue convirtiéndose en lo que es hoy: un conglomerado poblacional en franca crisis de identidad y en crisis institucional de servicios públicos, todo ello acarrea un Estado fallido donde la autoridad se pierde en las impunidades y los privilegios de unos cuantos.

¿Cuando nos perdimos? Esa es la pregunta, quizá una respuesta tentativa sea de que nos perdimos cuando el Estado dejó de hacer lo que tenía que hacer y el pueblo no quiso dejar de ser lo que era, pese a que su circunstancia cambiaba lentamente. Como pueblo queremos las mismas respuestas sin saber que las preguntas han cambiado. Por ello debemos replantear nuestra ciudadanía y el Estado hacer lo que no ha hecho.

La vida tranquila  de salidas los sábados por la noche se acabaron, los domingos de fiesta comunitaria y de comidas en el campo son historia. Hoy estamos encerrados en nuestro nicho viendo en la internet una masacre que no se detiene. Ayer al vecino lo mataron, cierren las puertas.

martes, 4 de octubre de 2016


DERECHO AL AGUA
Todos los días usamos agua, ya sea para beber, para bañarnos, para lavar la ropa y utensilios, máquinas, autos y muchas cosas más. El agua es el elemento de naturaleza más indispensable para la vida, al igual que el aire. Sin ellos la vida no sería posible. Si son un regalo de la naturaleza no hay razón para que los hombres la convirtamos en un bien económico. Al rato haremos lo mismo con el aire y el Estado o una empresa privada nos cobrará por respirar. Eso sería el colmo, pensamos ahora, pero no sabemos que nos depare el futuro. En el pretérito el agua, como lo dije antes, era un regalo de la naturaleza, lo sigue siendo en esencia, pero desde que su utilización y consumo se ha visto afectado el Estado ha intervenido para regular su uso y administrarlo.
Se dice que no es un bien económico en sentido estricto, ya que su regulación es a través de leyes de orden público y su administración es por conducto de un servicio público. Si fuese un bien económico serían los particulares los que intervinieran en lo referente a su conducción y distribución, y si bien ellos no lo hacen sino el Estado, si están facultados para ser agentes económicos en el consumo de agua ¿acaso la distribución de agua en botellones no lo hacen los particulares y obtienen ganancias por ello? Y vaya que la distribución de agua embotellada es un buen negocio, diría que excelente, teniendo en cuenta que México es el primer país consumidor de agua embotellada. La respuesta es más que obvia, si no bebemos agua embotellada nos moriríamos de sed puesto que el Estado no se ha hecho responsable de distribuir agua potable para la población. Es un asunto que no le interesa en lo más mínimo ya que dejaría de cobrar impuestos a quien sí da el servicio y le costaría miles de millones de pesos en crear a los organismos públicos conducentes que se encargaran de dar el servicio.
Resultaría pues caro, muy caro que el Estado haga del consumo de agua un bien público, es mejor para el mantenerlo como está: en manos de la iniciativa privada. Claro que para la gente no conviene porque el costo de agua para beber es muy caro. Nada más compare usted el litro de agua embotellada con un litro de leche o de gasolina y se dará cuenta de que ese negocio es por demás costeable. En la televisión se promocionan empresas que venden el equipo necesario para purificar agua y aseguran la recuperación del costo en lapsos muy breves, seis meses a lo sumo.
Caso raro que la ley permita que el agua se convierta de un bien público a privado, solo con la expedición de un permiso para su explotación. Porque el agua que se purifica para beber es considerada como un bien público donde solo el Estado tiene el derecho de su conducción y destino. Esto es como el caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, como la cara de Jano.
La constitución mexicana establece el derecho al agua como un derecho humano, y como tal está regulado en el artículo 4, párrafo quinto, que a la letra indica:
"[...] 
Toda persona tiene derecho al acceso, disposición y saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente, salubre,  aceptable y asequible. El Estado garantizará este derecho y la ley definirá las bases, apoyos y modalidades para el acceso y uso equitativo y sustentable de los recursos hídricos, estableciendo la participación de la Federación, las entidades federativas y los municipios, así como la participación de la ciudadanía para la consecución de dichos fines."
[...]"
Muy laudable que sea el derecho al agua un derecho humano. El problema es la efectividad de ese derecho. No hablemos del acceso y saneamiento del agua, sabemos que hay muchos problemas que los ayuntamientos municipales no han podido resolver, han visto al agua solo como un problema de distribución y estamos lejos de que lo visualicen como un bien público salubre, aceptable y asequible.  Si lograran resolver eso, el negocio de los particulares que venden agua para beber se vería seriamente mermado y, en consecuencia, la gente dejaría de gastar un dineral para su consumo, bastaría abrir el grifo para satisfacer nuestras necesidades básicas.
Esta es una tarea de los ayuntamientos, el artículo 115 de la constitución federal en su fracción III, inciso a), señala lo siguiente:
"[...]
III. Los Municipios tendrán a su cargo las funciones y servicios públicos siguientes:
a) Agua potable, drenaje, alcantarillado, tratamiento y disposición de sus aguas residuales.
[...]"
Todos entendemos que la frase "agua potable" es compatible con lo que dice el artículo 4 cuando se refiere a la salubridad y aceptabilidad del recurso hídrico. Es decir, el ayuntamiento tiene no el deber, sino la obligación, de dar a su población agua potable en los términos referidos por la constitución y así cumplir con la efectividad de un derecho humano básico para la vida. Sabemos que lo que estoy diciendo es una quimera, que estamos lejos de llegar al cumplimiento de esa hipótesis constitucional; al estar lejos sabemos de antemano que los derechos fundamentales en este país son como un cuento muy bonito pero impráctico en la vida real.
Sin embargo no debemos dejar que esto siga así. Tenemos la obligación ciudadana de exigir agua potable. Creo que no es un pedimento imposible ni irrealizable, solo hay que luchar para ello.