LA
RENUNCIA DE PEÑA
La renuncia
formal del presidente Peña Nieto al cargo que ostenta desde hace cuatro años es
prácticamente imposible. En el siglo XX, si no me equivoco, solo Porfirio Díaz
renunció a la presidencia empujado por la efervescencia de la revolución, la derrota
de las fuerzas federales en Ciudad Juárez fue la causa final que el viejo
dictador consideró para tomar esa decisión. Si Díaz hubiera cumplido su promesa
hecha en 1908 de no participar en el
proceso electoral siguiente y dejar el paso a nuevos actores políticos, la
historia lo hubiere juzgado de manera diferente a como lo hace hoy, pero el
héroe de la batalla del 2 de abril se aferró al poder y pagó las consecuencias.
Aclaro que no
considero que la renuncia al cargo de presidente hecha por Pedro José Domingo
de la Calzada Manuel María Lascuraín Paredes, como un evento de un jefe de
Estado, puesto que solo estuvo en el cargo 45 minutos procediendo a abandonar
el cargo para dejarle la silla al chacal Victoriano Huerta, el homicida de
Madero y Pino Suarez. Lascuarín cuyo nombre tarda más en pronunciarse que su
estadía en el poder, realmente no tomó ninguna decisión de Estado, salvo la que
concierne a su renuncia. Sin duda, su paso por la historia de México es más que
penoso.
Lascuarin
renunció el mismo día que protestó el cargo, el 19 de febrero de 1913, Porfirio
Díaz lo hizo el 25 de mayo de 1911.
El caso de peña
es muy diferente al de Díaz. Este era considerado el pro hombre de fines del
siglo XIX y principios del XX, su historia militar le daba las prendas
necesarias para que se le considerara héroe en vida; durante sus treinta años
en el poder sus administraciones se caracterizaron por dos elementos: el
intenso desarrollo económico y, la mano dura y el olvido a los derechos
fundamentales consagrados en la constitución de 1857. El dictador Díaz Mori
cayó por su propio peso. El pueblo no pudo soportar más su desapego a la ley y
su ansia casi demencial por conservar el poder.
Después del
término del periodo revolucionario las personas que han asumido el poder desde
la presidencia lo han hecho con relativa calma. Me refiero a que los pedimentos
populares solicitando su renuncia al cargo no fueron lo suficientemente fuertes
como para que sean consideradas como relevantes. Al contrario, algunos de ellos
como Miguel Alemán y Carlos Salinas tiraron el anzuelo de la reelección, pero
nadie en sano juicio lo pescó.
Es hasta hoy en
la segunda década del siglo XXI cuando en el panorama político un sector del
pueblo mexicano pide la renuncia del jefe del ejecutivo.
¿Por qué se pide
la renuncia del presidente Peña? Pueden existir muchas causas y el cúmulo de
ellas hace el efecto detonador de la pretensión. Pero hay unas que destacan de
sobremanera. Peña fue un candidato televisivo impulsado ex profeso por la
empresa televisa prácticamente desde que fue gobernador del Estado de México,
un candidato y después presidente con ese apoyo de los medios electrónicos ha
molestado con razón a una buena mayoría; ganó la presidencia con porcentaje
menor al 50 por ciento de los votos y es el caso que hasta el día de hoy no ha
logrado la legitimidad política necesaria pese a la cooptación de grupos y
partidos políticos; durante su régimen proliferan las poses aromáticas de una
burguesía recalcitrante, muy diversa a las propias que se esperan de un jefe de
Estado, su esposa y los miembros de su familia presentan la idea de la evidente
diferencia de clases; en lo que va de su gobierno la corrupción gubernamental
es un signo de oprobio, el caso de la casa
blanca que lo inmiscuye a él y a su esposa es escándalo mayúsculo a grado
tal que hubo una investigación en la cual, obviamente, él y su esposa salieron
bien librados.
La ausencia de
cumplimiento a los derechos fundamentales manifestados principalmente por el
alto grado de inseguridad que se vive en casi todo el país, es uno de los
reclamos más sentidos; las ejecuciones en Tlatlaya y Acteal, la desaparición de
los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa, el cúmulo de periodistas desaparecidos
o asesinados, el desdén gubernamental para presentar un plan que resuelva todo esto a corto o mediano
plazo; la crisis en que se encuentra metida la economía, el dólar a más de 20
pesos y la deuda externa creciendo, la parálisis de las instituciones públicas
que parecen no querer resolver los problemas que les toca por ley atender; el
desdén por los méritos y la alabanza y premios a la mediocridad y el amiguismo;
la invitación a parlamentar al candidato republicano Donald Trump ha sido la
gota que derrama el vaso, el pueblo ha considerado que la deferencia a ese
patán es el insulto más grave que se le ha proferido a la nación mexicana.
Todos esos yerros
nos conducen a un clima de evidente inestabilidad política, de malestar social,
de enojo y reflexión respecto a la estadía en el cargo de una persona que ha
dejado de servir a los intereses de todos. Por ello en las redes sociales y en
el medio político tímidamente se plantea la posibilidad de la renuncia de Peña.
Digo tímidamente porque
el pedimento o exigencia no va acompañada de una fuerza social que haga caminar
hacia esa dirección, pese a que en días pasados diversos grupos se organizaron
para manifestarse públicamente solicitando la renuncia. Peña no renunciará, en
lo nebuloso de su mente no cabe esa posibilidad porque considera que su gobierno
cumple y él hace su trabajo con eficacia. Es un presidente que no sabe o no
quiere no le interesa saber que tan bien es evaluado por su pueblo, su
evaluación es tan mala que su aprobación a duras penas llega al 25 por ciento, nunca un presidente mexicano
ha tenido calificaciones tan bajas. Su pretendida legitimidad nunca se logró, sus decisiones fallidas y torpes se han
encargado de situarlo en el panel de los acusados y presuntos culpables, junto
con muchos de sus colaboradores.
Supuestamente la
cereza del pastel de su gobierno sería el Pacto por México y las reformas estructurales
–la energética, la fiscal, la educativa y la de telecomunicaciones-. En este
punto también el tiro le salió por la culata. Hoy somos testigos de la
confrontación entre la CETEG y el gobierno, pues los maestros consideran a la
reforma una imposición que niega los derechos laborales adquiridos. La reforma
energética desposeyó a la nación del petróleo y la de comunicaciones robusteció
al monopolio existente.
Peña Nieto tiene
que renunciar. Faltan 25 meses para que entregue el poder. Es mucho tiempo para
un gobierno que a lo largo de cuatro años ha sido reiterativo en las
equivocaciones y en el mantenimiento de la estructura de la corrupción. México
está a un paso del desbordamiento brutal de las pasiones, la crisis ya
anunciada del 2017 en materia económica puede ser la mecha detonante.